Noviembre representa para Piñones de Castilla el inicio de una fase vital: la recogida de nuestros pequeños tesoros, los piñones. En Pedrajas de San Esteban, durante generaciones, hemos conservado de manera muy especial y cuidada la tradición de recolectar las piñas y trabajar el piñón, consiguiendo ser el pueblo piñonero por excelencia, no sólo de Castilla y León, sino también de la península.
El proceso de recogida ha ido evolucionando con el paso de los años ya que en un principio era manual, trabajo de los piñeros. Os contamos nuestra historia.
En la tierra de pinares, Pedrajas de San Esteban, desde noviembre hasta abril, los piñeros se agrupaban en cuadrillas para comenzar a bajar las piñas. Dentro de estas cuadrillas, había dos tipos de piñeros:
1. Los piñeros que trepaban por el tronco y las ramas de los pinos con movimientos que rozaban lo acrobático, conocidos como “ardillas humanas”.
2. Los piñeros que se ocupaban de recoger las piñas cuando éstas caían al suelo.
Como tradición, antes de iniciar su labor, rezaban alrededor de hogueras a la patrona del pueblo, la Virgen de Sacedón, para que les protegiera en su arriesgado trabajo. Todos ellos acudían a su encuentro con la vestimenta de faena, una boina, la vara para golpear las piñas y algunos iban calzados con unas botas de ganchos en las suelas para facilitar la escalada.
El motivo por el que los hombres adoptaron este nombre es porque verlos moviéndose con habilidad por las alturas hacía que parecieran “ardillas humanas”. Los piñeros trepadores subían a los pinos y podían alcanzar los 14 o 15 metros en las ramas más altas.
Un dato curioso es que los piñeros determinaban la altura de los pinos de una manera concreta: 5 metros de escalera, 6 metros de la vara, 2 metros de hombre y otros 2 o 3 metros de escalada.
En el año 2002, Juan José Calvo Medina, un hombre nacido en Pedrajas de San Esteban, hizo una escultura para homenajear a los piñeros, con el lema de “Decir piñero es decir historia de un pueblo”.
Se trata de una figura de metal situada en el tronco de un pino con la que el autor representa a un hombre ágil trepando por el árbol hasta encaramarse con firmeza a una rama. Si se observa con atención, se aprecian detalles que invitan a pensar y recordar las características de los piñeros, como es el uso la vara larga para golpear las piñas, e incluso los cordones desatados en las botas.
La obra cuenta una historia, un modo de ganarse la vida sacando partido a lo que la tierra nos brinda y mantiene vivo el recuerdo de un oficio que para muchos es desconocido.
Actualmente, este proceso se realiza, en la mayoría de los casos, mediante maquinaria que hace vibrar al pino para que suelte su atesorado fruto. Sin embargo, aún existen algunos valientes que siguen trepando a los pinos para recoger la piña como siempre, sobre todo en aquellas zonas donde el acceso de las máquinas es complicado. Cabe destacar que, cuando nos encontramos en pinares jóvenes, lo pinos aún no tienen una gran altitud por lo que no es necesario trepar si no que, simplemente con la vara, se golpean las piñas para que caigan al suelo, tal y como se hacía antiguamente.
Aunque el oficio del piñonero haya evolucionado y en ocasiones se haya mecanizado, la historia continuará mientras tengamos presente nuestro pasado y cuidemos los pinares como lo que son, grandes tesoros.
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